La piel se puede resecar por diversos motivos. Ahora en invierno, el frío, la calefacción o la chimenea contribuyen a incrementar esta sequedad. La cosa no mejora en verano, cuando el sol y los rayos UV son una auténtica amenaza para romper la elastina y el colágeno que mantiene tu piel hidratada.
Además de los factores climátológicos, existen otros motivos. Por ejemplo el exceso de agua, y más si te gusta bañarte con agua caliente o si pasas mucho tiempo en las piscina.
Otro motivo pueden ser el uso de jabones muy fuertes, por eso es recomendable el uso de guantes para fregar los platos o lavar ropa a mano.
Además existen otras cuestiones que pueden repercutir en la sequedad, como la edad, la genética o enfermedades como la psoriasis o el hipotiroidismo.
Si bien es un problema bastante común, también es cierto que es muy fácil de combatir, con hábitos diarios como el uso diario de crema hidratante en cara y manos –las partes más expuestas- e ingiriendo dos litros de agua diarios. Además es conveniente el uso de protección solar, así como agentes antioxidantes que contrasten los daños provocados por la contaminación. Y por último, mucho cuidado con el agua caliente.