La Champions League volvió a Vila -real y lo hizo con un guion dramático. El Villarreal, que acariciaba la derrota frente a la Juventus, logró rescatar un punto en el tiempo añadido gracias a un cabezazo de Renato Veiga que desató la locura en La Cerámica. El empate (2-2) deja a los de Marcelino con sensaciones encontradas: la ilusión de haber evitado la caída en el último instante, pero también el lamento de haber dejado escapar una ventaja que parecía sólida.
El Submarino Amarillo arrancó el encuentro con determinación, fiel a un plan ambicioso que incomodó a los italianos desde el primer minuto. La presión alta y las rápidas transiciones hicieron tambalear la zaga turinesa. La recompensa llegó temprano: en el minuto 17, Georges Mikautadze firmó el 1-0 tras una combinación con Nicolas Pépé, confirmando el dominio local.
La euforia pudo ser mayor poco después, cuando Alfonso Pedraza estrelló un disparo contra el poste. La Juventus sufría, incapaz de contener la verticalidad amarilla. Solo las intervenciones de Perin y algún destello ofensivo mantuvieron con vida al conjunto de Turín en una primera mitad marcada por el empuje del Villarreal y el rugido de la grada.
El descanso cambió el guion. Apenas iniciado el segundo acto, la Juventus encontró oxígeno y golpeó con contundencia. Primero, Federico Gatti cazó un balón dentro del área para igualar la contienda. Y sin tiempo para que el Submarino reaccionara, una pérdida en el medio campo abrió la puerta al 1-2, obra de Conceiçao, que definió con calma ante Arnau Tenas.
En solo diez minutos, el cuadro visitante había volteado el marcador. El golpe anímico fue evidente en el Villarreal, que perdió frescura y claridad en sus transiciones. La Juve, mientras tanto, rozó la sentencia: Jonathan David estrelló un balón en el larguero en lo que pudo ser el 1-3 definitivo.
Marcelino movió el banquillo en busca de oxígeno y alternativas. Los cambios le dieron algo más de presencia ofensiva, aunque sin la chispa del primer tiempo. Cuando el reloj se acercaba al 90’, la derrota parecía inevitable. Pero en el fútbol, los finales pueden ser imprevisibles.
Un saque de esquina fue la llave de la esperanza: Renato Veiga, imperial en el salto, conectó un cabezazo imparable que hizo estallar La Cerámica. El 2-2 fue recibido como un triunfo moral por una afición que no dejó de alentar en toda la noche.
Los amarillos demostraron capacidad de reacción y carácter, aunque también dejaron en evidencia que ante rivales de la talla de la Juventus, los errores se pagan caros.