Rosa Rochera
Viajar empieza con soñar, la ilusión por conocer algún que otro destino, lugar o país… El viaje que blogueo este mes fue una ilusión que comenzó a forjarse en 1982. En las tórridas tardes de verano y a la hora de la sobremesa, la TV emitía una sería llamada Los cuentos del Mono de Oro. La sinopsis o trama se desarrollaba en la Polinesia. El protagonista, un expiloto americano, tras combatir en la Segunda Guerra Mundial se traslada allí para vivir con más tranquilidad. Monta un pequeño negocio de transporte aéreo (entre las islas). Con un hidroavión, un experimentado mecánico y su mejor amigo.
Una serie divertida donde el contrabando, pillaje, el contra espionaje (por ser protectorado francés), suponían una serie de aventuras y líos que “se cocían” en un bar, The Gold Monkey, en la pequeña isla de “Gore Gore” en la ficción. Yo deduje y comprobé que se referían a Bora Bora. Paisajes increíbles, bahías y vegetación exuberantes, playas inalcanzables por su lejanía y belleza.
Así que cada tarde les comentaba a mis hijos adolescentes: “algún día mamá irá a Bora Bora”.
Los Polinesios: Grandes navegantes milenarios, con sus canoas de doble casco, llamadas Batangas, y una gran preparación, hicieron muchas incursiones en un mar abierto, buscando nuevos horizontes y asentamientos. Se orientaban por las estrellas, el oleaje, los vientos y la migración de las aves.
Así, a través de los siglos, dominaron el Triángulo del Pacífico definido por sus tres vértices: Isla de Pascua, Hawái y Nueva Zelanda.
Pero la esencia y base de este triángulo es la denominada Polinesia Francesa (archipiélago del protectorado francés) al Sur del Pacífico, desde donde partieron.
Una peculiaridad del pueblo polinesio, es que tatuaban su cuerpo con la historia de su pueblo, sus creencias, los hechos que acontecían en su propia vida y su condición social.
La anécdota de estos tatuajes es que ahora son tendencia en personajes famosos, futbolistas, cantantes o gente que ni siquiera sabe lo que lleva en su piel, pero se sienten diferentes o tribales.
La población aborigen la misma, físicamente, idioma (con variantes), costumbres y sociedad, que los hawaianos y neozelandeses, así como los primeros pobladores australianos. La isla de Pascua es un misterio, pues no se produjo su asentamiento, de ahí lo sorprendente y misterioso de las gigantes figuras de los “Moais” de índole y procedencia controvertida.





El sueño cumplido: Viajé a la Polinesia hace seis años. Al comprar un décimo navideño con unas amigas, en la comida comentamos qué haríamos si nos tocaba,… Una dijo yo iría a Moorea, he visto un reportaje…Inmediatamente respondí: “yo a Bora Bora”.
Yo ya había viajado mucho, pero no a la Polinesia. Al llegar a casa lo comenté entre risas con mi “compañero de vida” que le encanta viajar,… Respondió: “En un par de años ahorramos y,…” Yo comenzaba a sentirme cansada y floja de salud, por lo que le contesté: “Igual ya no voy, ¿por qué no en Pascua?” Fue una gran decisión.
El viaje: La Polinesia francesa incluye más de 100 islas. En realidad, son pequeñas islas o islotes de aguas turmalinas, azul claro, rodeadas por una arena blanca y con una vegetación increíble. Nosotros elegimos las llamadas Islas de la Sociedad, donde están las más representativas, Tahití, Moorea, Bora Bora y Taha’a.
- Tahití: la más grande, donde vive la mayor parte de la población. Es la dedicada al comercio, servicios administrativos y puedes desplazarte con vuelos cortos o cruceros a las otras islas. Papeete es su capital.
- Moorea (significa lagarto sagrado): Según la leyenda fue quien partió la isla en dos bahías, la del capitán Cook y la de Opunuhu. Desde el mirador Belvedere, en el monte Tohiea, se divisan las dos. Además, en esta excursión puedes ver sus plantaciones de piña, aguacates y pomelos. Y los ocho valles que forman una estrella. Es la isla más frondosa y montañosa.
- Bora Bora (en tahitiano significa la primera nacida): Exactamente es un atolón que preside el monte central Otemanu. Rodeada de una trasparente barrera coralina que posee la laguna más bella del mundo. Único hotel de cabañas en la pequeña isla, con un edificio de servicios. Te trasladas, a bordo de lanchas a motor, a otros islotes con hoteles. El único restaurante de Bora Bora, el “Bloody Mary”, a base de pescado, muy caro, ¡pero una vez allí!,… Eliges tu propio pescado, está al lado del mar y se ilumina con grandes antorchas. Un servicio exquisito. Otras opciones implican desplazarte en lancha a hoteles internacionales para probar un buen bistec o cocina internacional.
- Taha’a: La isla, exclusiva y pequeña, con un resort y spa, y varios hotelitos de distintos precios.
- NOTAS. Nosotros elegimos cabaña sobre arena (el mismo precio que las que están sobre el mar). Y una vez entras en ellas es una casita estupenda. Sales y tienes el mar a 25 m. Viajar a la Polinesia es un viaje complicado. Muchas horas de vuelo, escalas con cambios de horarios, de aviones y de países y, para ser honesta, muy caro, incluso un poco elitista. Allí casi todo se importa, los hoteles con cabañas, son muy caros. Y si queréis practicar buceo o snorkel, acompañado de profesionales para ver fondos marinos especiales, es un coste adicional caro o muy caro (nosotros prescindimos de ello).
También debes saber…
- El vuelo: Viajamos desde Madrid a Santiago de Chile (13 horas) y pernoctamos en Santiago junto al aeropuerto.
Otra opción es volar desde Valencia o Madrid a Paris: Paris – Los Ángeles (USA) y Los Ángeles- Tahití (Papeete).
En cualquier caso, has de mentalizarte a largas horas de vuelo y esperas en aeropuertos.
- El clima: Tropical húmedo, oscila siempre entre los 24 y los 28 grados, tanto el aire como el agua del mar. Ropa, pues, de verano, rebecas, corta vientos, crema solar, etc.
- Compras: Lo característico de la Polinesia son sus famosas perlas, negras o gris oscuro. Pero sus precios son prohibitivos. Soy una gran aficionada a las perlas, aunque no especialmente a las negras. Y, al ver sus precios, aún me gustaron menos. Además (si te gustan) has de saber comprar y elegir porque pueden darte imitaciones. Conviene conocer el mercado. Lo que sí merece la pena es traerte pareos polinesios y artesanías locales.
- Alojamiento: En la Isla de Pascua hay que jugársela. Buscad buena información. Nosotros fallamos y tuvimos que cambiarnos. Preguntamos allí mismo a las azafatas de la aerolínea Lan Chile y, a partir de la segunda noche, estuvimos muy bien. En la Polinesia nos alojamos siempre en hoteles de la cadena Intercontinental, caros, pero muy satisfactorios.
- Sugerencia: No perderse un espectáculo de danza tradicional TAMURE. Ver danzar a las chicas de largo cabello negro con flores y faldas típicas. Es elegante y con una música relajante.
Comentario personal: Sé que en muchas ocasiones he hablado de diferentes islas y paraísos (también he tenido la suerte en otro viaje de conocer Hawai). Pero éste os puedo asegurar que es como tocar el cielo. Por su privacidad, tranquilidad y apenas contaminado. Un buen ejemplo es, entre otros, el del pintor post-impresionista Paul Gauguin, que llegó a la Polinesia y allí se quedó para siempre. Y así lo plasma en sus cuadros.
Y si los que me leéis tenéis niños pequeños, el mejor modo de entender la cultura del pueblo polinesio, es con la película Vaiana (Walt Disney). Incluso los mayores disfrutareis por su música y contenido.