El Villarreal vive su momento más dulce… pero también uno de los más crispados: la Grada de Animación, en el centro de la tormenta
Uno de los años que debía ser más ilusionantes para la afición grogueta se está convirtiendo en un inesperado calvario. Lo que comenzó como una temporada para soñar —con el equipo tercero en LaLiga, clasificado para dieciseisavos de Copa del Rey y jugándose hoy el pase en Champions— ha terminado envuelto en un clima de tensión entre club y seguidores que no deja de acrecentarse.


Todo empezó en verano, cuando la planificación deportiva dejó dudas y surgió la polémica por la intención de disputar el Villarreal–Barcelona en Miami. Meses después, cuando parecía que el ambiente se estabilizaba, un nuevo incendio apareció: unas declaraciones fuera de tono del consejero delegado, Fernando Roig Negueroles, en la previa de un partido, interpretadas por parte de la afición como un desprecio directo. La fractura ya estaba abierta.
Y ahora, en pleno momento clave de la temporada, cuando el equipo más necesitaba del calor del Estadio de la Cerámica, el club ha vuelto a encender la mecha.
Un reglamento que cae como un jarro de agua fría
El Villarreal CF ha enviado por correo un exhaustivo Reglamento Interno a todos los abonados situados en la Grada de Animación, el único pulmón del estadio que de manera constante alienta al equipo. El texto establece condiciones estrictas de acceso, permanencia y control dentro de la zona, obligando a un cumplimiento minucioso de normas y creando un sistema de vigilancia reforzado.
Entre los puntos más controvertidos destacan:
– Asistencia obligatoria al 85 por ciento de los partidos, bajo amenaza de perder la plaza.
– Reducción de la capacidad de la Grada de Animación al 77%.
– Queda totalmente prohibido ponerse en otro asiento que no sea el correspondiente.
– Controles de identidad permanentes y carnet totalmente intransferible.
– Prohibición total de cesión del abono, incluso a familiares.
– Inclusión obligatoria en un registro específico de seguidores supervisado por las autoridades.
– Potestad del club para expulsar o suspender a cualquier miembro por incumplimientos, incluso de forma cautelar.
– Restricciones severas en materia de cánticos, comportamientos y expresiones que puedan interpretarse como hostiles o reivindicativas.
Sobre el papel, el reglamento se ajusta a la normativa estatal marcada por LaLiga contra la violencia en el deporte. Sin embargo, su aplicación repentina y su tono rígido han sido interpretados por muchos aficionados como un movimiento innecesario que asfixia a los pocos que realmente generan ambiente en un estadio que nunca ha destacado por ser especialmente ruidoso.
La afición siente que se les está apagando la voz
El golpe ha sido especialmente duro porque la Grada de Animación —181 asientos situados en el córner del Fondo Norte— es el único foco de animación constante en la Cerámica. Un espacio que, lejos de conflictos, ha sido históricamente el motor emocional en los partidos más decisivos. Villarreal Fans quienes organizan las previas y se dejan la voz en cada están apunto dejar el corner.
“En vez de cuidarla, la están desmantelando”, lamentan algunos socios.
Hoy, en uno de los partidos más importantes que marcarán el seguir luchando por estar en la Champions, la grada podría no estar. Y el silencio puede convertirse en símbolo del distanciamiento creciente entre club y afición. La sensación predominante es clara: no era el momento.
La situación genera una paradoja evidente. El Villarreal vive un momento deportivo excelente, con opciones reales de seguir creciendo en todas las competiciones. Es precisamente ahora cuando plantilla, club y afición deberían remar juntos, levantar el estadio, apretar, vibrar y empujar como una sola voz.
Sin embargo, el escenario es el contrario: confrontación, malestar y un reglamento que muchos perciben como un ataque directo al corazón emocional del equipo. No es momento de poner barreras. No es momento de sembrar crispación. Es momento de animar. De unir. De alentar.
Que los jugadores vayan al córner, que canten con la grada, que agradezcan, que contagien. Que la afición, como tantas noches mágicas, se deje la voz. Que el club cuide a quienes empujan desde abajo, porque los grandes equipos no solo se sostienen en sus resultados, sino en su gente.
El contraste resulta evidente. El Villarreal atraviesa una de las mejores etapas deportivas de su historia reciente y debería estar construyendo un clima de apoyo, motivación y cohesión entre jugadores y afición. En lugar de ello, la publicación del reglamento ha generado un sentimiento de distanciamiento y desgaste interno que, según buena parte del sector más fiel de la grada, podría haberse evitado.
A estas alturas de la temporada, cuando los objetivos se juegan en márgenes mínimos y la influencia del entorno puede ser decisiva, la comunión entre club y afición debería ser una prioridad. La identidad y la fuerza de un equipo no solo se miden en puntos o clasificaciones, sino también en la conexión con quienes lo sostienen desde la grada. En un estadio donde cada aliento cuenta, la última polémica vuelve a recordar que, sin su gente, ningún proyecto puede alcanzar la grandeza a la que aspira.


