El monte Cervino, denominado así por los italianos, o Matterhorn, como le llaman los suizos, es uno de los perfiles montañosos más conocidos en todo el mundo. Su imagen ha servido como logo de alguna marca de chocolate, como Toblerone, o incluso como icono de alguna de las productoras cinematográficas más importantes del mundo, como la Paramount Pictures. Los inicios, por ejemplo, de todos los films de Indiana Jones jugaban con las formas del Cervino.
Situado en la frontera alpina entre Suiza e Italia y con 4.478 metros de altitud es, sin duda, una de las escaladas más difíciles de afrontar. Prueba de ello son las más de 500 muertes que se ha cobrado entre los alpinistas que han intentado su ascenso desde que lo logró por primera vez Edward Whymper, el 14 de julio de 1865, cuando el Cervino quedaba en solitario como el último de los grandes picos de los Alpes que aún nadie había conseguido escalar.
Ahora, en 2021, sin embargo, no es necesario que nos desplacemos muy lejos para encontrar a alguien que, como Whymper, ha conseguido coronar la mítica cima. Pedro Cazorla Fajardo, un vila-realense de 54 años, administrativo de profesión, miembro del Club de Montaña de Vila -real y auténticamente apasionado por la naturaleza, lo ha logrado no hace mucho. Le pedimos que nos cuente cómo surgió la iniciativa de tan impresionante aventura y cómo vivió en primera persona esta experiencia extrema de alpinismo.
Vicent Ortells Gil
“Siempre me gustó la montaña, desde pequeño”. Es lo primero que nos dice Pedro y algo que ya marca, en cierta forma, su destino como montañero. “Me fui iniciando haciendo senderismo. Pero cuando veía aquellas paredes me comenzó a atraer la idea de escalarlas, por lo que comencé a hacer cursos, a formarme”, comenta. Y la dificultad, gradualmente, sube. “Poco a poco vas hacia cosas más técnicas, subiendo a picos más emblemáticos. Vas probando. Los pirineos, el Mulhacén en Granada, los tres cuatro miles más altos del Gran Atlas en Marruecos (Toubkal, Ras y Timesguida) . Y así planteándote reto a reto aparecen en mente el Montblanc, o el Cervino, porque otros objetivos como el Nepal ya son otra historia”, añade.
“Coges experiencia subiendo el Monte Perdido, el Posets, el Aneto, que he subido cuatro o cinco veces y que me gustaría probar por otra parte más técnica, o los más emblemáticos de los Pirineos, el Perdiguero ,… No me importa repetirlos, aunque prefiero subirlos en invierno. Es más complicado, tienes menos tiempo, hace falta más equipamiento, hay que controlar más la técnica y tienes que mirar mucho más la meteorología, pero me gusta más así. Si un día no puedes, por el tiempo, la niebla u otras circunstancias, no pasa nada, como suelo decir: la montaña no se mueve, siempre puedes volver a intentarlo. Así es como vas cogiendo experiencia”, recuerda.
Pedro confiesa que “en principio mi idea era subir al Mont Blanc. Me fui a Chamonix con la furgoneta, completamente solo. Tenía reservado el refugio de Rousse, a más de 3.000 metros de altura. En esta ascensión conocí a muchos alpinistas. Uno de ellos era español y tenía previsto subir también en pocos días al Cervino, que está a solo unas dos horas de allí, así que lo pensé y decidí unirme a esa nueva escalada. Llegamos a la cima del Mont Blanc el 25 de agosto, a 4.810 metros de altitud. Una ascensión muy bonita, con algunas partes muy técnicas y difíciles que no terminaban nunca pero que están muy bien señalizadas y en las que, de vez en cuando, hablaba solo en voz alta conmigo mismo. Fue duro pero, al menos, ya teníamos la aclimatación a la altura hecha«.
«De allí me desplacé hasta las inmediaciones del Cervino, me quedé en un camping y quedé con mi compañero en Zermatt, una localidad suiza. Está la opción de hacer la escalada por la parte italiana, pero decidimos subir por la parte suiza, que es más alta y que fue la que utilizó Edward Whymper, el primero en coronarla. Contratamos el refugio desde el que partiríamos, el Hörnli. Es un refugio muy caro, pero no hay otra opción, desde donde te deja el teleférico hasta el refugio son 3 horas caminando y luego queda la ascensión. Allí las normas son muy estrictas, y los guías suizos están al mando de todo. Al refugio llegamos a las 3 y media de la tarde, descansamos un poco y sobre las 6 cenamos. Volví a descansar otro rato y a las 4 de la mañana nos levantamos, tomamos el desayuno y a las 5 de aquel 28 de agosto salimos todos los escaladores del refugio, casi como si aquello fueran los Sanfermines. Era completamente de noche, hacía mucho frío y había mucha nieve”, nos apunta sobre el inicio de la ascensión.
«Vi varios rescates por problemas en tobillos, mareos, gente a punto de despeñarse,…»
Sobre las características más concretas de la escalada Pedro comenta que “el Cervino es una montaña muy complicada en la que, a diferencia del Mont Blanc, no hay nada señalizado. La primera parte es muy técnica, primero hay que escalar unos 30 metros. De hecho hay helicópteros rondando la zona todo el día. Vi varios rescates por problemas en tobillos, mareos, gente a punto de despeñarse,… Sigues ascendiendo hasta llegar al refugio Solvay, ya a 4.000 metros de altitud. Es una cabaña de emergencia en la que caben 10 personas apretadas, como mucho. Allí suele haber algo de filtro, es el punto en el que decides si sigues o no. Hay mucha gente que abandona por motivos físicos, mal de altura,… Y muchos otros que piensan que contratando un guía van a conseguir el objetivo. Afortunadamente, en mi caso, tengo bastante experiencia en vías ferratas y barrancos, lo que me ayudó en esa parte más técnica a llegar lo más fresco posible a ella”, afirma.
“Quizá, el momento más conflictivo fue un punto en el que los guías suizos ya bajaban y nos juntamos los que aún subíamos con ellos en una parte bastante estrecha. Caían piedras, nieve desprendida, de todo, y los suizos gritando sin saber muy bien qué decían. La montaña está toda muy descompuesta, con piedras sueltas que caen constantemente, por lo que los de abajo sufren bastante. En nuestro caso decidimos subir con mucho cuidado y muy atentos a todo para evitar cualquier problema de este tipo”, comenta.
Acerca del peligro evidente de este tipo de actividades Pedro admite que “piensas en los peligros y en la muerte hasta el día anterior, luego ya no puedes pensar en eso. Estar vigilante sí, porque lo que hay que tener claro es que en la montaña, realmente, el mayor peligro son las personas”, nos dice. La planificación es vital. “El tiempo, la duración de la escalada, también es importante. Hay un hándicap fundamental. El último servicio de teleférico es a las 5 menos cuarto de la tarde, por lo que si a la vuelta, tras el ascenso, no llegas a tiempo tienes que pagar una noche más en el refugio de Hörnli, que no es barato. En nuestro caso llegamos a las 4 y media, a tiempo”, rememora.
Poco a poco se acerca la parte decisiva de la ascensión. “La última parte es muy vertical, con 50 o 60 metros de nieve con una pendiente muy pronunciada. Tras esa parte llegas a la cima, y llegar a la cumbre es una sensación increíble. Físicamente llegué destrozado, hay que tener en cuenta que desde el refugio hasta la cima son 5 horas de escalada. Por eso solemos decir que la montaña hace su propia selección”.
Y una vez en la cumbre, “arriba la sensación de vacío es enorme. La parte alta es como una cresta con nieve en la que hay zonas que, como mucho, te caben los dos pies juntos. El frío era tan intenso que casi no podía hablar. Tras unas pocas fotos emprendimos el descenso. La bajada es lo peor, cuesta mucho más bajarla que subirla porque es mucho más técnica y complicada y, además, es muy fácil perderse porque todo parece igual. Hay que fijarse mucho en los detalles”, incide. “Por eso los aficionados a la montaña y los escaladores solemos decir que ‘no has subido una montaña hasta que la has bajado’”, remarca.
«La parte alta es como una cresta con nieve en la que hay zonas que, como mucho, te caben los dos pies juntos»
Pedro nos habla de varios factores a tener muy en cuenta ante escaladas de este tipo. “El estado mental es decisivo. En mi caso lo tenía bastante preparado porque soy consciente de que te pueden pasar cosas para las que tienes que estar preparado, por eso he hecho, además, varios cursos de rescate. Y, por supuesto, el físico, hay que entrenarlo. Yo, por ejemplo, me he estado preparando, intentando llegar a los 2.000 metros, como mínimo, casi todos los fines de semana. En Bronchales, en los Pirineos,… Es algo fundamental”. Casi tan fundamental como un buen equipamiento, un buen piolet (pico que ayuda al agarre durante la escalada) y unos buenos crampones (pieza metálica con puntas que se coloca en la suela de las botas para conseguir una fijación más segura en el contacto con la nieve).
Quizá, la peor parte de la afición a la escalada se la llevan las familias. “En este caso concreto puedo contar que la ascensión al Mont Blanc sí era conocida por todos los amigos y familiares… La del Cervino, menos mi mujer, no lo supieron hasta el día anterior a la subida. Eso sí, es habitual que te digan que es una locura hacer estas cosas”.
Pedro no tiene demasiados referentes en cuanto a escaladores y alpinistas se refiere, aunque sí tiene un recuerdo para Reinhold Messner, el que está considerado por muchos como el alpinista más grande de todos los tiempos. El primer hombre en escalar, sin ayuda de oxigeno, las 14 cumbres de más de 8.000 metros que existen en el planeta.
Sobre el futuro del Club de Montaña de Vila -real, Pedro desea que “la inclusión de la escalada en los JJOO sea beneficioso para el Club de Montaña de Vila -real y que la gente se anime a unirse a él y poder disfrutar del rocódromo del que disponemos porque, desgraciadamente, hasta ahora ha estado todo muy parado por la pandemia, y por otro tipo de dificultades, como la necesidad de que para que podamos tener niños tenga que haber un técnico especialista que haya hecho determinados cursos de seguridad, lo que lo complica todo un poco más”.
Acerca de futuros proyectos y expediciones Pedro admite que “el Nepal es muy atractivo, pero hace falta tiempo y dinero, no es fácil. Me gustaría alguna vez poder hacer la ascensión al Cervino desde la parte italiana, pero lo cierto es que dije que me iba a cortar la coleta, así que quién sabe”.
Estamos seguros de que, al final, Pedro continuará agrandando su ya, de por sí, impresionante palmarés como montañero y escalador.